domingo, 11 de marzo de 2012

No, no es amor, lo que tu tienes, se llama obsesión

Los que me conocen y han visto ya mi armario, saben que tengo una verdadera obsesión por los zapatos. Me requetechiflan. Me pirran. ¿Tengo un día malo? Si me lo puedo permitir, me compro un par nuevo y listo. ¿Me preguntan qué quiero por mi cumple o por Navidad? También lo tengo claro, pido unos salones especiales de alguna firma francesa o italiana y soy la mujer más feliz del mundo.
Pues lo peor no es eso. Lo peor es que las adicciones, por lo visto, son genéticas. Tal y como lo oís. Si vamos a alguna zapatería, mi hija se pirra tocándolo todo. No da un ruidito. Pero tengo más pruebas. Le pregunto: Alice, ¿qué cuento te pongo en el DVD? (Imprescindible para que cene en condiciones y tranquilita en su silla). Respuesta de mi hija: "El del zapato, mamá" (Osease, Cenicienta).
Ahí lo tenéis. Una que va a ser tan adicta como su madre. Qué le vamos a hacer. Cuando se funda mi pensión en zapatos, por lo menos sabré que eso es una prueba más de que no me la cambiaron en el hospital. :-)



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